domingo, noviembre 26, 2006

Mujer latinoamericana

El perenne canto de tu cuerpo labriego,
piel de humo que en mis brazos albergo;
con cinco siglos de yugo,
en tus caderas me detengo.

Tu piel es un incendio
que almacena el rumor de una conquista,
la libertad nace de tu aliento tibio;
y en tus pechos la independencia se agita.

Tus ojos son dos lunas de miel,
y entre tus muslos
se resguarda el nuevo mundo;
y en ellos he de perecer.

La danza es para tus pies
mujer emancipada,
hija de Quetzatcoatl;
y el peligro de tu mirada
es un estrépito amanecer
como sol sangrante
por una daga mal empuñada.



El alba de tu aliento cae como un río
en el desierto de mi silencio,
arena húmeda, mojada por un deseo,
como música de viento
que en tu oído susurra
lo que ya no pienso.

Mujer Latinoamericana,
cómo no enamorarse de tu sonrisa
como el mar,
de tu olor a selva virgen
y de la gallardía de tus pechos
para amar.

Los que como vagamundos venían
en sus casas flotantes,
aquí se enamoraron
con el deleite de tu silueta;
ríos de sangre derramaron
por un sueño delirante,
falso que era el oro,
error que era la plata;
¡eras tu!
y el sudor de tus muslos
y de tus caderas
y de tus cabellos.

Fue por ti que el viejo mundo
se quedó como sedentario peregrino,
y el forastero de Cortes
fue re-nacionalizado
en la tibieza de tu voz

Piro-glosa Latinoamericana,
¡Tierra patria!
¡Patria tierra!;
mujer extasiada
mujer Latinoamericana.